QUIEN SIEMBRA VIENTOS…
El pasado día 12 y en Madrid el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, iluminado por la gracia de los trenes de Atocha, obtuvo -de nuevo- una sonora pita superior a la del año anterior, que ya fue considerable.
El rechazo, cada día más generalizado a su gestión al frente del Ejecutivo, lastra de manera inmisericorde al partido que le da soporte.
En las encuestas es el político que mayor rechazo genera y que mayor deterioro experimenta. Cualquier político conocido está por encima en el grado de aprecio ciudadano aunque -en general- la clase política siga siendo (a lo largo de los últimos diez meses) el tercer problema de nuestro país tras los dos clásicos del ranking: el paro y la situación económica.
Lo que ocurre en Madrid en fecha tan señalada -día de la Hispanidad- tiene su correlación con lo que año sí y año también viene reproduciéndose con la "procesión cívica" (¡menos mal!) del 9 de octubre.
Los silbidos, protestas y bronca de que fue objeto Zapatero es puro paralelismo con lo que el PSPV recibe el día de la Comunidad Valenciana.
El hastío de la ciudadanía por una ejecutoria desastrosa de quien se hizo con el poder el ya lejano 2004 de una manera absolutamente atípica se manifiesta de manera descortés y censurable pero, al tiempo, absolutamente libre.
Nos encontramos, y es evidente, en un "estado de cabreo" frente a las distintas políticas que de manera dubitativa aplica el Gobierno Zapatero.
Ni las izquierdas, ni los sindicatos, ni las instituciones y sociedad civil, ni los propios responsables del PSOE, ni la mayoría de los votantes de la oposición, están de acuerdo con Zapatero que cada día concita un rechazo mayor.
Si fuera "menor de edad", que lo parece, la "seño" debería castigarle con el "rincón de pensar" retirándole de la vida pública.
Sin embargo Zapatero pretende arrastrar en su caída a deudos, vecinos, familiares y conmilitones de partido.
Carmen Albors, con auténtica resignación laica, a la salida del acto institucional del 9 de Octubre, de manera patética a cuántos estábamos alrededor lo dijo de manera clara: "y ahora tendremos que ir a la "Cosa" esa donde nos insultan".
Nunca se pudo decir, de manera más descriptiva, cual es el legado de Zapatero para los suyos: en Valencia y en Madrid.
Es necesaria, ya, la regeneración de la vida política. Empezando, claro, por el Presidente de gobierno.
Ya no da más de sí.
Fermín Palacios