AHORRO SANITARIO
Ahora que nos estamos dando cuenta de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; que no es posible continuar con el estado de despilfarro que llevamos practicando un par de décadas; que el estado de las autonomías consagrado en la Carta Magna nada tiene que ver con el estado de taifas en que hemos transformado un autogobierno indebidamente controlado, es preciso reflexionar.
Por vía de ejemplo, el que ahora cuento.
Un estiramiento y una posición forzada me produjeron días atrás un dolor importante y la necesidad de ir al médico. Situándome en el mejor de los casos me diagnosticaron una lumbalgia: reposo y medicación siete días.
La dosis es clara: media pastilla de Myolastan 50 mg. por la noche; Ibuprofeno 600 mg. tres veces al día (desayuno, comida y cena) y un protector estomacal (Omeprazol 20 mg.) por la noche.
Acudo a la farmacia con la receta médica y me entregan una caja de 30 comprimidos del primer producto; 40 comprimidos de Ibuprofeno y 28 de Omeprazol.
Acabado el tratamiento me encuentro recuperado y con sobras de medicación: 26 comprimidos y medio de Myolastan; 33 del antinflamatorio y 21 del protector estomacal.
¿Qué hacer?
¿Me provoco otra nueva lumbalgia de esfuerzo y aprovecho el material sobrante? ¿Espero a que caduque? ¿Opto por enviarlo a una ONG experta en no gastar los ingresos en costo de personal?
¿No sería más racional -pienso- ofertar la medicación en dosis ajustadas a las necesidades de la enfermedad evitando el despilfarro y el almacenamiento que hacen de nuestros botiquines auténticas farmacias sin titular reconocible?
Nos quejamos de la corrupción generalizada que existe en el país: una administración espartana; un control adecuado de los laboratorios y una gestión racional de los recursos bastarían para ahorrar millones en la factura.
Si no lo hacemos es porque no queremos o porque los intereses de unos pocos priman sobre los de la generalidad de ciudadanos.
Y así hasta el infinito...
Fermín Palacios