RECOBRAR LA MEMORIA
“La Perversión del lenguaje”, de Amando de Miguel, se editó en Espasa- Calpe en 1994. “Las perversiones de la lengua”, de Bárbara Pastor, vió la luz en Planeta en 2001. Ambas recogen los estragos que los políticos hacen del idioma y el deterioro de la lengua que nos sirve de comunicación.
“Palabra de Vasco. La Parla imprecisa del soberanismo.” De Santiago González, en Espasa, 2004, y, en la misma editorial, Irene Lozano “Lenguas en Guerra”,2005, abundan en el tema.
Apuntan los graves problemas que los nacionalismos crean al mezclar un medio de expresión con una señal identitaria que les obliga a decir lo contrario que el resto utilizando los mismos vocablos uníbocos.
El 14 de julio de 1999 falleció Rafael Borrego. Sufrió en su infancia lo indecible, y los recuerdos le persiguieron.
El 26 de enero de 1947 residía con su padre, su madre y José, su hermanito pequeño, en Losa del Obispo. A las siete de la tarde, a la llamada de los hermanos Gómez Corrales (Manuel, Tomás y Miguel), cuarenta asesinos a cuyo frente estaban Florián García “Grande” y Francisco Corredor “Pepito el Gafas”, entre los que se señalaron Francisco Mariano “Chatillo de Sisantes”, Francisco Jurado “Cojonudo” y Antonio Gan “Cubano”, masacraron a Jesús Hernández, Pedro Rodrigo, Jorge Mocholí, Bienvenido Pérez, Narciso y Norberto Poza en el Casino de la calle Cervantes; en la Casa Cuartel dieron muerte al guardia Ezequiel Cervera, dejaron herido y cojo para toda la vida al Comandante del puesto asesinando, después de varias salvajadas, a su mujer Carmen Gonzalo y a José, el pequeño de los hijos. El otro –Rafael Borrego- quedó herido de gravedad con otros quince vecinos, alguno de los cuales murió con posterioridad.
Ni Josep Sánchez Cervelló (“Maquis: el puño que golpeó el franquismo”), ni Manuel Herrero (“Los Maquis. ¿Por qué hasta 1952?”), que fusila los datos del anterior, son exactos. Dan por fallecido al Cabo que vivió arrastrando su dolor.
Últimamente algunos indocumentados citan como “Maquis”, “Guerrilleros” o héroes a vulgares asesinos sin entraña. ¡Que pregunten en Losa del Obispo!
Fermín Palacios Cortés