ALGO MÁS QUE UNA HUELGA: UNA FORMA DE GOBERNAR
La reciente huelga de limpieza montada a Zapatero por los trabajadores que prestan sus servicios en el Palacio de la Moncloa, primera que ha tenido lugar desde que dicho palacio se construyó, es algo más que una huelga lo mismo que el Barcelona es algo más que un club.
A los hechos me remito.
Rodríguez Zapatero es un mal empresario. Como es mal Presidente de Gobierno también. Quién no dirige las cosas domésticas tampoco puede dirigir la “res pública”. Su mujer, Sonsoles, además, no es ni siquiera una discreta segunda (o tercera o cuarta dama). Manda Mucho.
Manda, incluso, que el personal asignado a la Moncloa saque a los perros de paseo para que hagan sus necesidades y se oreen. Para que los animalitos no adquieran el síndrome del palacete donde viven aislados del mundo, del demonio y de la carne.
Pero ensimismados en sus demonios familiares (la II República, la guerra incivil, el abuelo que no fue picador allá en la mina, la paz con “eta”, el diálogo de civilizaciones, la recuperación de la memoria “histérica”, el enfrentamiento y la recreación de las dos Españas y otras fruslerías parecidas), se le olvida que –como patrono- sus obligaciones pasan por dar salarios dignos a sus empleados; condiciones de trabajo adecuadas; jornadas laborales con arreglo a la Ley y que no puede ejercer el derecho de pernada- dicho sea en términos estrictos de defensa y sin ánimo de ofender- el acoso sistemático y la utilización personal de un servicio público.
El poder, ejercido sin control, corrompe y Zapatero, aislado en el Fortín Monclovita, ha alcanzado la corrupción generalizada.
De la misma forma que, siguiendo “El Principio de Peter (del Dr. Laurence J. Peter y Raymond Hull), alcanzó la Presidencia de Gobierno por vía ilegal, ilicita, inmoral y tras una jornada de enloquecida irreflexión que hizo nulos y sin efecto los comicios de 14 de marzo de 2004.
La huelga de la Moncloa muestra la cara más turbia de quien gobierna en propio beneficio contra los trabajadores y los ciudadanos en su conjunto.
Una huelga que huele porque a los empleados no les permiten realizar su trabajo y les fuerzas a desarrollar funciones que no se corresponden con su categoría profesional.
Dicen, además, que no les facilitan medios adecuados ya que tan sólo pueden gastar 60 litros de agua diarios.
Instrucciones de la Narbona. ¡Ahí no hay quién viva!.
Fermín Palacios Cortés
Secretario General S.I.-C.V.T.