CARTÓN PIEDRA
Las Fallas, en un ejercicio de humor y sana crítica, ponen patas para arriba todo lo divino y humano. Así ha sido desde el comienzo y el orbe conocido ha sido testigo de haber pasado por el aro de la sátira, políticos, deportistas, gente de la cultura y de la cultureta, presbíteros, obispos, reyes y jefes de estado, de buen y mal vivir.
Todas las situaciones y momentos estelares de la Historia han sido retratados con el realismo y la distorsión de las Fallas.
Sin embargo, parece que las cosas no pueden seguir así. A alguna mente preclara se le ha ocurrido politizar las fiestas más entrañables de los valencianos con ideas geniales de publicistas extrávicos. Anda por ahí pululando la egregia figura de nuestra antigua Ministra de Cultura que se postula ahora –en mal alarde de renovación- como alcaldesa futurible (supongo que “ad kalendas graecas”) para la ciudad de Valencia.
Un libro de Vázquez de Montalbán que he citado en otras ocasiones (“Manifiesto subnormal”) da cuenta de posiciones como la reseñada y si bien la referencia era de Robinsón Crusoe, viene al pelo también por la ex Ministra Zanahoria (dicho sea en términos cariñosos): “Llegó de la nada a la más absoluta miseria e hizo del arte de sobrevivir una moral que finalizaba en sí misma”.
Exacto.
La “renovación” del PSPV viene con la reimplantación de la retroevolución al fósil (léase recuperación de la memoria histérica) motivo que justifica la presencia de pretéritas primeras espadas liberadas de sus vendas y sacadas de los sarcófagos del olvido, oliendo a naftalina.
Es lamentable, insisto, que se hayan invertido los términos. Las Fallas, hasta ayer, hacían humor de los políticos con fina ironía y socarronería baturra. Hoy, sin embargo, los políticos del PSOE se meten en las Fallas politizándolas de forma ignominiosa. Se ríen de ellas. Y, no.
No se dan cuenta que la “giganta” es de cartón –piedra y que, además, en su estreno, trastabilla y se va al suelo.
Yo no quiero una alcaldesa de cartón.
Fermín Palacios Cortés