JUEGO SUCIO
Parece ser que lo correcto sea, al comenzar un encuentro, que las reglas del juego estén perfectamente delimitadas y que los equipos sepan de antemano a qué atenerse.
Hay reglas escritas y usos deportivos. Cuando alguien se lesiona o permanece tumbado en el suelo se sobreentiende que el contrario debe echar el balón a la banda y esperar a que el arbitro de entrada a las asistencias.
Así había sido siempre hasta que el futbolista se trasformó en un ente marrullero, gandul y poco deportista ya que de 90 minutos (más descuentos) que un partido de fútbol dispone para dirimir los tres puntos, tan sólo suelen jugarse unos veinticinco de tiempo real. Todo lo demás es, claro, pérdida de tiempo.
El Valladolid, que camina hacia la Primera División sin pausa y con muchísima prisa, decidió un día acabar con la vaguería, y la inmoralidad. El entrenador avisa al árbitro, al equipo contrario y a todos los espectadores que no mandará –en ningún caso- balones fuera.
El Atlético de Madrid, sin embargo, no avisa. Es traidor. Cambia las reglas de juego en medio del partido y saca ventaja frente al rival. Los puntos son los puntos por encima de todo. Se trata de mantenerse en el poder.
Como Zapatero, que modifica a su antojo la política antiterrorista, el funcionamiento del Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial… Y pacta con ETA.
Todo ello con el partido ya bien avanzado.
Fermín Palacios