UNA GOLONDRINA NO HACE VERANO
Se ha caído del andamio. El accidente, gravísimo, puede costar el empleo a 784 trabajadores y quedar por el camino miles de esperanzas y ahorros de toda la corta vida de jóvenes parejas en busca de nido.
De Llanera podemos decir, como de Robinson Crusoe, “que llegó de la nada a la más absoluta miseria” (“Manifiesto Subnormal”, Kairos, Vázquez Montalban). Que desde 1988 a 2007 alcanzó cotas de poder en el sector del cemento y el ladrillo difícilmente imaginables en ninguna otra empresa de las que se enmarcan en las llamadas “familiares”.
Se achacó incluso a González Pons que, al controlar y exigir mayores garantías en los múltiples PAI’s que colonizaban la Comunidad, provocó la caída de ésta y algunas otras empresas de la edificación.
Nada más lejos de la realidad.
Las empresas caen –“allí los ríos caudales
allí los otros medianos
y más chicos
que allegados, son iguales
los que viven por sus manos y los ricos” – por mala gestión.
Algunos, incluso, por falta de gestión.
Sin embargo una golondrina no hace verano, por más lustrosa que pueda ser.
Los sindicatos, por su parte, han sufrido también un duro correctivo al ser rechazados por la mayoría de la plantilla, afectados por el concurso de acreedores. Ni la demagogia de los sindicalistas, ni la inmediatez de un posible ERE, han impedido la serena visión de los afectados.
El asunto Llanera ha puesto de relieve qué cerca están la ascensión y la caída de los grandes imperios y que las relaciones laborales deberán reinventarse.
Fermín Palacios