CARTA A CARLOS
Pretendía mandarte unas líneas en nombre propio pero se han recogido varios centenares de firmas, que te adjunto, tachándome de egoísta. Nos han dicho que la maquinaria saltó en pedazos el pasado día 9 pero que la carcasa –de enorme calidad- aguantó hasta el 21 para darnos tiempo a todos. A pensar. A organizarnos. A continuar el futuro.
Estuvieron todos “en el lugar y hora de la cita, alta la fe y el corazón en punto”. Nos hemos sorprendido de tu capacidad de reunir opuestos y de que la bondad todavía venda bien en estos tiempos.
La capilla fue un clamor de amor.
Se juntaron Neruda y San Pablo como correspondía a los diferentes reunidos que llegaron a la convocatoria –tristemente anticipada- mojados de melancolía.
“De encontrados
pensamientos buscadores de sentido
De ilusiones rotas
y momentos
idos en desnudos silencios
De soledad a solas.
De gruesos llantos
en miradas secas de olvido.
De todo ello: la vida”.
Así nos sentimos.
Carlos, tú, por el contrario, has conseguido ver tus sueños: La resurrección de la carne y la vida perdurable, de nuestra infancia, a través de tus hijos y de tu nietecita y de los que luego vendrán…
Y, sobre todo, has conseguido el Amor. Y tú amor. Lo único que vale siempre. El amor es expansivo, irradia y ocupa todo y a todos. Nos embarga. Amor, cariño, amistad, simpatía…todas las vertientes. Todo eso tienes.
Sé que estás bien, a Dios gracias. Nosotros, tampoco, pero sabemos que nos seguirás echando una mano. Un abrazo muy fuerte. Te queremos.
Fermín Palacios