ABUSOS SINDICALES II
La Declaración Universal de Derechos Humanos cumplirá el 10 de diciembre los sesenta años de su existencia. La Asamblea General de Naciones Unidas la proclamó en un clima de consenso donde participaron todas las culturas, ideologías y filosofías basadas en el hombre.
Son treinta los artículos de que consta: en ninguno de ellos, pese a recogerse la totalidad de los derechos que se contabilizan como “humanos” en toda civilización oriental u occidental, tiene cabida el derecho de huelga que, obvio, es de menor entidad que el derecho a la vida, a la libertad (incluso de circulación), a la vivienda, al salario digno o al trabajo.
El derecho de huelga, recogido en la Constitución en el Art. 28.2, es un derecho instrumental y subordinado. El bien común está por encima de él.
Hay sindicalistas (¿) que no se enteran y confunden en lo más recóndito de su neurona negociación con huelga y huelga con negociación.
Abominan del diálogo, de la reflexión y del “talante” y no han leído ni de lejos, un manual básico entre quienes piensan. “Acción Sindical”, de Ugo Piazzi, editado por ZYX, en 1967 da cuenta (¡ya entonces!) de las “técnicas” utilizadas por el sindicalismo libre, autónomo y democrático”.
La acción sindical (organización, negociación y presión) consiste en algo más que la huelga, instrumento prehistórico del movimiento obrero que -para muchos de nosotros – debe ser superado y para otros- alojados en la Gran Dolina o en la Sima de los Huesos- fundamenta su existencia.
Las dos grandes organizaciones de trabajadores, tras el Proyecto que se tiró a la papelera en 1993, se han negado sistemáticamente a regular la Huelga y prefieren vivir en estado preconstitucional con un Decreto-Ley de marzo de 1997 que ni a ellos les satisface.
En la EMT hemos sabido, además, que las huelgas las hacen cada cuatro años (en 2004 también hubo elecciones legislativas y Fallas) y que los trabajadores del turno de tarde son los únicos que paran sin necesidad de piquetes. Nada se dice de las amenazas, pedradas y ruedas pinchadas que deben pertenecer –seguro- a lo más acendrado de la acción directa obrera.
Las encuestas pueden equivocarse pero lo cierto es que la mayoría, la inmensa mayoría de los ciudadanos valencianos, han manifestado a todos los medios su repulsa por la actividad desplegada por los energúmenos de la EMT con siglas y apellidos. Que la Unión de Consumidores y Usuarios o las Amas de Casa Tyrius o las decenas de miles que utilizan el transporte público, hoy en huelga, hayan pedido cordura suena a chino a los aladides de la democracia que pidieron el voto para los partidos de izquierdas sin permitir el pronunciamiento a los sensatos.
El Sindicato Independiente, de estar presente en la EMT, o en FGV, no hubiera admitido una huelga contra los ciudadanos –trabajadores perjudicados en su mayoría- sólo porque alguien confunda la negociación con la huelga.
Necesitamos una Ley de Huelga y la protección de los servicios esenciales de la Comunidad. Necesitamos protección para los usuarios. Y necesitamos que los pitecántropos regresen a las cavernas.
En el Sindicato Independiente lo tenemos claro y, poco a poco, incluso despacio, nos abrimos camino porque representamos el futuro y la conciencia critica de un mundo –el laboral- desalmado. Y, refrán por refrán: “Ladran, luego cabalgamos”.
Fermín Palacios