TELA QUE CORTAR
Se venía anticipando desde muchos años atrás a pesar de que los sindicatos mayoritarios miraban hacia otro lado y la patronal llevaba los deberes de la escuela en blanco sin darse cuenta que aún no vivimos en los Estados Unidos de Europa.
No podemos competir con ese mundo creciente que es el Oriente Lejano, cada día más próximo; con su mano de obra barata y de poca calidad; con los millones de bocas hambrientas que son capaces de hacer horas y horas en el pié de la máquina: sin seguridad social, sin salario mínimo, sin condiciones laborales, con nada y sin todo.
Aquí y ahora le ha tocado al textil de la Comunidad. El castillo de naipes se desmonta; el entramado se deshilacha y la actuación administrativa llega tarde y mal. El penúltimo ejemplo -Real Decreto 5/2008 de 11 de enero del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (BOE del 24)- establece medidas, dice, “para facilitar la adaptación laboral del sector textil y de la confección a los cambios estructurales en el comercio mundial”.
El Gobierno de España escondido tras su propia ignorancia cuando no mala fe. Cuatro años a verlas venir y cuando han venido, para negarlo.
El Consejo Europeo, ya los días 15 y 16 de diciembre de 2005, puso el dedo en la llaga y Zapatero pretende atajar la cirugía radical con tiritas de plástico.
Nuestro textil se va al garete, sin paños calientes ni soluciones adecuadas: mucha subvención, mucha prejubilación en contra de las directrices europeas, mucha formación para que el fraude continúe vivo y coleando como viene ocurriendo desde 1993 a pesar de las angustiosas llamadas del Presidente del Tribunal de Cuentas.
Cuentos.
Fermín Palacios