UN CONGRESO CANTADO
Nunca un partido político concitó en España tantas afecciones y desafecciones en la opinión pública y en la publicada. Nunca se debatió con tanta intensidad fuera del espacio en que tendrían lugar las sesiones del Congreso del mismo.
No en balde ese partido –el de mayor afiliación, hoy, en España- cuenta con el doble largo de los que presenta el PSOE en fechas recientes. Más de 700.000 militantes-afiliados, a la intemperie desde la dulce derrota de las legislativas, con el deseo de finalizar una broncatravesía de tres meses a la espera de soldar las heridas de la reciente batalla electoral.
Lo que ocurra a lo largo de los tres días congresuales carece de relevancia. Como en una obra de teatro -exposición, nudo y desenlace- la bajada del telón va seguida de los aplausos.
Los tres actos ya se han desarrollado, con luz y taquígrafos, con radio, prensa y televisión (amigos y enemigos). Faltan los aplausos que nos devolverán un partido unido, cohesionado en torno a un líder y con las aguas retornadas a su cauce.
Jamás hubo tanta transparencia, tanto debate, tantos precandidatos y opciones en partido político alguno. Jamás se tiraron tantos trastos a la cabeza y se pusieron de relieve las miserias de cada uno. Todas las inhibiciones, todas las frustraciones y todas las irresponsabilidades salieron a la palestra de la plaza pública.
Y, por fin, la catarsis. El 23 de junio es la fecha de reiniciar la travesía desde el desierto a la Moncloa.
Con un espacio enorme para ejercer una oposición contundente, responsable y sensata para ofertar alternativas a la nula actuación del Gobierno, aislado y ensimismado en el “dulce hacer nada” que en situación de crisis rechazan los ciudadanos.
El Congreso del PP ya se ha celebrado. Mucho antes de este fin de semana. Pacificado el partido y reanimados todos los militantes la acción política diaria se encuentra a la vuelta de la esquina.
Ya no hay damnificados. El Congreso, contado, ya había sido cantado.
Fermín Palacios