LA HUELGA QUE NUNCA EXISTIÓ
De Santa Bárbara nos acordamos cuando truena. Y estos días está lloviendo a cántaros, como cantaba Bod Dylan o, más recientemente, en versión edulcorada, el dúo Amaral desde las verdes riberas aragonesas.
Resulta que en la Declaración de Derechos Humanos, cuya conmemoración celebrará en breve su sesenta aniversario, aparece entre los muchos proclamados el derecho al trabajo. También el de libre circulación de personas.
De la huelga no se dice nada pese a que el Art. 28 de la Constitución proclamará, treinta años después, su existencia y reconocimiento jurídico. Primero, el derecho al trabajo, como derecho humano, después, la huelga, como derecho instrumental.
A lo largo de estos tristes días (un muerto, un quemado vivo en su vehículo y en la frontera de Portugal otro gravemente herido) el cúmulo de despropósitos se va haciendo patente.
Un grupo de Asociaciones Empresariales deciden cesar la actividad (lock-out, en lenguaje inglés) y manifestar al Ejecutivo su malestar por la no gestión de una crisis importantísima larvada de meses atrás: la subida de los carburantes.
Algunas Asociaciones de Trabajadores Autónomos se suman a los paros del transporte agravándose la situación con el amarre de la flota de bajura de numerosas Cofradías de Pescadores. Comienza el problema de Orden Público.
El Gobierno no está ni se pone al teléfono. Desaparecido en combate sin declaración previa de guerra ni comparecencia pública.
Los transportistas que, por lo general, son gente sufrida y noble, en momentos concretos, a veces, pierden la calma y lo que en principio no era más que una manifestación de protesta se transforma en una situación de riesgo para la ciudadanía, secuestros de actividades, desabastecimiento creciente, cierre de carreteras y cuantos conceptos se integran en el orden público y del público.
Lo que es, en origen, un cese de actividades de los empresarios del transporte (y no olvidemos que el Estatuto del Trabajo Autónomo no reconoce el derecho de huelga, para ellos, que sería una contradicción en sus propios términos) se transforma en una situación cuasi religiosa: el Rosario de la Aurora.
Y el gobierno sigue en ignorado paradero.
Y el petróleo trepando por los incrementos desmedidos.
La alteración sistemática del Orden Público, denunciada en origen por las asociaciones de Consumidores y Usuarios, deteriora gravísimamente a un gobierno que no gobierna, que niega la mayor (existencia de la crisis) y que, desde su adanismo inocente y primigenio, cree que los conflictos se solucionan por sí mismos o con la llegada de otros nuevos.
La huelga (lock-out) que nunca existió provoca miles de millones de euros de pérdidas y como ha señalado Manuel Pimentel en un reciente artículo (“Cinco Días”, 11 de junio) “La economía hará a Rajoy presidente de España”.
Y, desde luego, esta paralización de actividades, protesta frente al Ejecutivo, nada tiene que ver con la CIA, con Salvador Allende, ni con Chile.
Tiene que ver con el desgobierno en que nos movemos y con la inacción de Zapatero. Que todo se arregle. Amén.
Fermín Palacios