RETIRAR ESTATUAS
Recuperar la memoria histórica viene significando retirar lápidas, obeliscos y estatuas de quienes representaron a lo largo de cuarenta años los vencedores de la “guerra incivil” concluida con el desmoronamiento de la II y fatídica República.
Recuperar la memoria histórica es también abrir zanjas y desenterrar muertos reavivando el odio de los nietos tras la desaparición de los abuelos y el abrazo respetuoso de los padres.
Recuperar la memoria histórica ya, en su día, le costó a Akenatón, faraón de poético reinado, su desaparición transitoria de las escarapelas, jeroglíficos y arquitectura oficial.
Luego volvería en loor de multitudes y Tell el-Amarna sería glorificado como centro monoteísta de culto al sol.
Estrasburgo ha condenado a España por el juicio de Gómez de Liaño que careció de imparcialidad y vulneró –por tanto- el Art. 6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Los dos liberticidas –Gregorio García Ancos y Enrique Bacigalupo- ya no se encuentran en el ejercicio de “su” poder judicial y el padre de Gómez de Liaño falleció años ya sin ver hacer justicia a la justicia.
Jesús Polanco, el señor del gran poder, yace desde hace justo un año “entre maderos mojados de melancolía” (que hubiera dicho Ramón Pedrós, estudiante que fue de “la Ponti”, en Comillas).
¿Cabría, con retroactividad, despojar a ambos antijuristas de reconocido prestigio (García Ancos, Bacigalupo) y prevaricadores confesos –según Estrasburgo- de insignias, oropeles, cargos y homenajes una vez desaparecido su mentor, ante el que, de manera genuflexa, doblaron la cerviz del derecho?.
Sería un acto de reparación. Gómez de Liaño lo merece.
Fermín Palacios