“ZORROCOTROCOS…
... Asturcones y tocinillos". Esas eran las tres tribus en que se organizaba un PCE en descomposición a lo largo de los años 80.
Los primeros, "zorrocotrocos", estaban integrados por la vieja guardia del partido, devotos de la Unión Socialista, con resabios estalinistas, que derramaron amargas lágrimas con la posterior caída del Muro de Berlín. Socialfascistas hasta la médula controlaron el PCE mientras el eurocomunismo les lavaba la cara.
Los "Asturcones", en torno al pobre Gerardo Iglesias, navegaban en tierra de nadie dando soporte al delfín de Carrillo y, al tiempo, buscando alianzas con casi todos.
El otro grupo, "los tocinillos", así llamados en el lenguaje coloquial interno del "Partido", eran posibilistas, jóvenes entonces, social-demócratas que aterrizarían, más tarde o más pronto, en el PSOE, depositario de los votos ya que no de las esencias. Moldeables, flexibles y tremendamente ambiciosos, recalarían en las riberas socialistas ocupando lugares importantes: el gobierno civil de Pilar Bravo, la subsecretaría de López Garrido o la delegación de gobierno de Ricardo Peralta...
Todos colocados. Sin ningún rubor. Los auténticos tránsfugas y saltibanquis de la política.
¿Podría extrañar, entonces, que alguno de ellos resultará imputado por malversación de fondos o por prevaricación?. Los saltos que daban nunca fueron en el vacío. Siempre hubo premeditación, alevosía y cadáveres por el camino.
Los "tocinillos" hicieron del arte de sobrevivir una moral que acababa en si misma. El fallecido Vázquez Montalbán lo dejó escrito en su "Manifiesto Subnormal". Lo normal en política.
Fermín Palacios